LISTA ARCADIA 2019
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Una literatura desbordada: libros de escritoras publicados solo en formato digital
Alex Saum, jurado de la Lista Arcadia, fue la única que incluyó libros creados y diseñados para ser leídos de manera digital. Al ser una experta y autora de este tipo de literatura, la invitamos a hacer una reflexión sobre el tema.
2019/12/08
POR ALEX SAUM-PASCUAL*
Dijo ese extraño genio mexicano llamado Ulises Carrión que un libro es una secuencia espacio-temporal, un objeto que organiza el mundo en sus páginas a través del tiempo y del espacio, y que quizás por esta razón la literatura lo ha usado muchas veces como soporte. No obstante, la estructura del libro para Carrión puede acoger mucho más que palabras; el libro en sí puede ser un objeto autónomo, puede ser un libro de artista, que utiliza su forma de manera absolutamente necesaria, como arquitectura o escultura.
Pensemos en el Libro transparente (1970), del artista español Isidoro Valcárcel Medina, cuyas páginas eran eso, transparentes. O incluso en esos hermosos libros acordeón de las vanguardias, como los 5 metros de poemas (1928) del poeta surrealista peruano Carlos Oquendo de Amat. El libro de artista nos enseñó a unir forma y contenido, separando paradójicamente así la literatura de aquel soporte que tradicionalmente habíamos asociado con lo literario. O, dicho de otro modo, al reivindicar la importancia del objeto libro como objeto de arte, el libro de artista terminó liberando a su vez a la literatura de su cuerpo de libro.
Hoy podemos decidir en qué soporte leer. Tenemos la opción de comprar una novela impresa como libro o en su versión digital para Kindle. Parecería que, efectivamente, la literatura fuera inmaterial y que su expresión máxima haya llegado con el archivo digital albergado en la nube.
Sin embargo, aunque es verdad que hay mucha literatura que aspira a su traducción a múltiples formatos vendiéndose como una expresión sin cuerpo, no toda la literatura es así. Los poemas de Oquendo de Amat, por ejemplo, estaban necesariamente atados a la secuencia espaciotemporal que les ofrecía el libro –imposible recitar ese acordeón de imágenes: eran poemas para leerse como libro–, y lo mismo ocurre con la gran mayoría de la llamada “literatura electrónica”, cuyas obras están construidas en máquinas digitales para ser generalmente consumidas en máquinas similares cuya retórica o estética se nutre de las posibilidades de ese entorno digital, hoy en su mayoría online.
Aunque la literatura electrónica no sea nada nuevo –podemos datar sus orígenes en los años cincuenta con los Stochastic Texts (1959), de Theo Lutz, o el Love Letter Generator (1952), de Christopher Strachey–, podría decirse que hoy más que nunca se encuentra en proceso de expansión, pese a que esta ha sido rara vez recogida por los medios o las instituciones literarias y académicas.
Como este artículo aparece en una lista de libros escritos por mujeres en los últimos cien años, me parece importante destacar la obra de algunas de las pioneras en la literatura electrónica en lengua española: la argentina Ana María Uribe, quien empezó a “animar” poesía concreta a finales de los noventa con sus graciosos Anipoemas. O la argentino-española Belén Gache, cuyos Wordtoys (1996-2006) fueron de los primeros en ahondar en las posibilidades de la poesía interactiva. Gache hoy tiene una obra extensa que va desde la blog-novela a la poesía en realidad aumentada, pasando por el performance en espacios de realidad virtual como Second Life.
También está la venezolano-española María Mencía, una prolífica creadora desde finales de los noventa, cuya última obra The Winnipeg, El barco de la esperanza: El poema que cruzó el Atlántico (2017), construye una narrativa multilingüe e interactiva que, según su código, se va alimentando de relatos añadidos por cualquier usuaria que visite la página web.
Estas obras dependen de manera inseparable de su formato electrónico y la red de infraestructuras y relaciones que de ahí se generan, participando de la multimedialidad que les es propia a estos espacios (llenos de imágenes y sonido) y haciendo cada vez más borrosa la separación disciplinar entre literatura electrónica y artes digitales. En esta inestable frontera se encuentra la obra de la española Joana Moll, por ejemplo, cuyas obras CO2GLE (2014) o The Dating Brokers (2018) no solo cuestionan la disciplina artística en sí, sino su propia relación con los entornos digitales y lo que ellos implican en nuestra vida. CO2GLE visualiza las cantidades de dióxido de carbono que consumimos cada vez que hacemos una búsqueda en Google, mientras que The Dating Brokers nos permite participar en una perversa subasta online de perfiles de usuarios de empresas de citas virtuales.
Materialmente ubicadas dentro de la ecología mediática contemporánea, estas obras de literatura electrónica serían inconcebibles como libros, pues su forma y su contenido se nutren de manera inseparable de las redes, datos y usos que de ellas hagan sus lectoras. Escapándose también de la tradición del libro de artista, el trabajo de estas escritoras digitales nos demuestra que en siglo XXI la literatura no solamente parece haber desbordado el libro como soporte, sino que en el medio digital la misma literatura parece desbordarse. ¿Cómo sería la lista de las cien mejores escritoras digitales? Estoy segura de que no tendremos que esperar otro siglo para descubrirlo.
*Saum-Pascual es poeta, artista y profesora de la Universidad de California, Berkeley, donde da clases sobre literatura en español y literatura electrónica. Doctora en Estudios Hispánicos de Universidad de California, Riverside. Su obra artística y literaria es digital