Soy muy de perder libros. Es una desgracia terrible e inexplicable, muy mía.
Esta mañana he comprado algunos ejemplares de esos que o bien he perdido terriblemente hace tiempo, o jamás (más terrible todavía) llegué a comprar. España está en crisis, señores, ayudémosla hoja a hoja.
Ferré, Providence, 2009
Fernández Mallo, Antibiótico, 2012
Vilas, Gran Vilas, 2012
Vilas, Aire nuestro, 2009
Calvo, Los ríos perdidos, 2005
Calvo, Risas enlatadas, 2001
Cebrián, La nueva taxidermia, 2011
Fernández Mallo, Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, 2001 (Ok, éste solo por el fetiche de la reedición) 2012
Calvo, El jardín colgante, 2012
Calvo, El dios reflectante, 2003
Calvo, Mundo maravilloso, 2007
Me pregunto, además, si una es capaz de leerlo todo, de verlo todo, de escucharlo todo. Es una pregunta retórica y estúpida. La Wikipedia dice que cada minuto que pasa hay 60 horas más de vídeo en el servidor de YouTube. Más de dos días de vida por cada minuto.
Ayer terminé de releer Niebla, hoy, Réquiem por un campesino español. He incluído en el plan de clase otros cinco: Los bravos, Nada, El cuarto de atrás, Historias del Kronen, Soldados de Salamina. 7 novelas, unas con más tino que otras, pero ejemplos perfectos de la evolución novelística canónica del siglo XX español.
¿Cómo vivir esos dos días que se producen cada minuto si además tenemos que volver a (revivir) las miles de horas vividas por otros? ¿Será posible comprender esas nuevas horas saltándonos las vidas pasadas?
A