De la plaza al salón (de clase o de la casa)

 

Estoy impartiendo una asignatura este semestre que me hace sentir incómoda y desafía aspectos importantes de mi vida y mis decisiones laborales. Se trata de un curso sobre la crisis (decir aquí financiera, social, política… la crisis como paradigma, vaya, como diría un amigo) en España cuya actividad culminante es la organización de un congreso sobre el mismo tema, Shattering Iberia: Cultural Responses to an Ongoing Crisis.

 

De los alumnos de esta clase (que más que clase es taller, porque es un curso de escritura y es también un espacio donde hacemos cosas) corre la administración y la logística del evento general, al que acudirán 20 ponentes. Se dividirán en grupos de trabajo que elegimos por asamblea la semana pasada y cada uno está a cargo de un aspecto del evento: la publicidad, la comida, el programa, los permisos… También, evidentemente, tendrán labor más puramente académica e intelectual y estarán escribiendo. Pero uno no puedo escribir sin leer, y estaremos también leyendo y viendo cosas.

 

El jueves vimos el documental de Grueso sobre el 15M; acabo de ver The Square de Jehane Noujaim. Los dos piensan las plazas de maneras diferentes (de la proyección de un movimiento en Grueso, a la centralidad de la plaza física en el caso de Tahrir) pero la perspectiva y el montaje dialogan, se hacen ecos. Claro. Aunque la figura del cronista sea radicalmente distinta en ambos, los dos son documentales tremendamente subjetivos que vuelven a hacernos cuestionar la manera en la que creamos información… y creamos espacios. Y nos creamos a nosotros mismos. Creamos. Y yo me pregunto ¿cómo traer una plaza a una clase? ¿cómo sacar la clase a la plaza? ¿qué importancia tiene esto de escribir un blog desde el portátil en el salón de casa un sábado por la noche? ¿cómo crear espacios desde el salón de clase? ¿tiene sentido? ¿cómo hablar de Madrid o el Cairo en Berkeley?